La dieta mediterránea se define habitualmente como la conformada por alimentos vegetales y grasas mono insaturadas (aceites y algunos frutos secos como almendras o nueces), obteniendo dichos alimentos de la agricultura de los países con conforman este clima mediterráneo, principalmente España e Italia. Uno de los ingredientes clave de estos países es el aceite de oliva, y casi todos los platos parten o se acompañan de ese ingrediente. Pero no todos los países pueden acceder a él, ni al mismo precio al que se puede acceder en España, utilizando como productos sustitutivos el aceite de girasol o en algunos casos, incluso mantequilla, en diferentes países como Estados Unidos y Reino Unido.
La alta elaboración y los buenos productos encontrados en España a la hora de comprar o cocinar, es un privilegio que en otros países del resto del mundo no pueden disfrutar. Las altas exigencias de las empresas y consumidores españoles sobre la calidad de los productos no es algo común en Europa, ya que la alimentación de otros países sufre una gran carencia de productos frescos, como pueden ser verduras o carnes. En muchos países de Europa se puede ver que los platos más conocidos o principales constan en mayor parte de comida frita en aceites pocos recomendables para la salud. En países como Reino Unido, después del Brexit han tenido (sobre todo durante la pandemia) problemas de abastecimiento con productos frescos debido a que hay muy pocas o mínimas producciones en dicho país que pueda producirlos.
La dieta mediterránea ha sido destacada y recomendada por decenas de médicos y científicos como una de las dietas más saludable y equilibrada del mundo. Seguir una dieta mediterránea tiene innumerables beneficios como, mejorar la función cerebral, proteger contra el Alzheimer o el Parkinson, mayor longevidad e incluso aumento de la fertilidad.
